Pienso
en cómo está la cosa en Argentina ahora, donde resulta muy difícil hablar de
muchos temas de política, economía, o cultura, porque uno puede herir
sentimientos o alimentar pasiones. Lamentablemente, lo que se ve desde afuera
es que ya no se puede hablar libremente de ciertas cosas y, como consecuencia,
mucha gente se tiene que morder la lengua y no puede decir abierta y directamente lo que piensa. Tenés
que medir lo que decís, lo que comentas, lo que críticas, lo que escuchas, lo
que lees, lo que escribís…
En los
8 años que llevo viviendo en Inglaterra, he visto que, a diferencia de nosotros
los argentinos que somos más pasionales al expresarnos, los ingleses son muy
calculadores en el diálogo. Debaten, valoran la libertad de expresión y
analizan críticamente todo, pero cuando se trata de temas que pueden llegar a
herir alguna sensibilidad, se miden. Es como si se tratase de una estrategia
para esquivarle al conflicto.